La vida de Judy Garland, o al menos su último año de la misma, merecía un mejor tratamiento a nivel película. Porque al parecer la única persona que verdaderamente desquitó su sueldo fue la soberbia Renée Zellweger.
La ganadora del Óscar hace un trabaja excelente que tal vez resuene en la historia de los histriones como una de las mejores interpretaciones de todos los tiempos. Este 2020 está nominada al premio de la Academia, y lo más probable es que lo vuelva a ganar.
Listo, es lo más lindo que puedo decir de esta película, y cuando el único argumento positivo de un filme es sobre el trabajo de UNA persona algo no anda bien. Judy es un mero vehículo de lucimiento de su protagonista, y eso no está mal, hay grandes cintas que cumplen ese rol (Historia de un Matrimonio este año, por ejemplo) pero aquí, el discurso fílmico es muy pobre a tal grado de ser aburrido.
Las emociones que me hizo sentir la película fueron enteramente gracias a Zellweger, ni el manejo de cámaras, ni el score y ni mucho menos el guion logran conectar completamente con la audiencia. Se nota que el director Rupert Goold hizo hasta lo imposible para honrar a Garland, pero se queda muy corto en su relato.
Los números musicales hacen gala de la capacidad interpretativa de Renée (ella misma es quien canta los temas icónicos de Judy) siendo Somewhere Over the Rainbow el más emocional y climático de la cinta. Una vez más, la interpretación de Zellweger hace que el viaje valga la pena.
Al menos cinco actores desaprovechados fungen como mero adorno en la trama, entre ellos Michal Gambon, dejan la sensación de que querían hacer más pero las circunstancias del libreto se los impedía y dejan que la protagonista brille como es debido.
En conclusión, Judy es una película bastante chafona que el único y suficiente mérito es la actuación de Renée Zellweger. Ella vale el precio del boleto.
¿Tú ya la viste? Cuéntame qué te pareció.